Introducción a la terapia: conductas que interfieren
Las conductas que interfieren con la terapia pueden obstaculizar el progreso del tratamiento y pueden manifestarse de diversas formas. Estas conductas incluyen llegar tarde o faltar a las sesiones, no cumplir con las tareas de la terapia, evitar los temas o ser demasiado críticos con el terapeuta. Abordarlos implica fomentar una comunicación abierta para comprender las razones subyacentes detrás de dichos comportamientos.
Los terapeutas pueden establecer objetivos realistas de manera colaborativa, enfatizar la importancia de la coherencia y explorar cualquier barrera para la participación. La implementación de contratos conductuales o la utilización de técnicas de entrevistas motivacionales pueden ayudar a aumentar el compromiso. Los terapeutas deben permanecer imparciales, empáticos y flexibles, ajustando las estrategias para adaptarse a las necesidades y preferencias de los clientes.
Fomentar la responsabilidad y, al mismo tiempo, mantener un entorno de apoyo puede permitir a los clientes participar activamente en su viaje terapéutico, lo que aumenta la probabilidad de obtener resultados positivos.
Definición de una conducta que interfiere con la terapia
La conducta que interfiere con la terapia (TIB) abarca acciones que impiden el proceso terapéutico e impiden que los clientes obtengan el máximo beneficio de la terapia. Estas conductas, tal como las describen Chapman y Rosenthal (2016), pueden variar ampliamente, desde intencionales hasta no intencionales, de estratégicas a automáticas. Pueden incluir el retraso crónico o el incumplimiento del tratamiento, la expresión ineficaz o la inhibición de las emociones durante las sesiones, las interacciones interpersonales demasiado pasivas o agresivas con el terapeuta, y más.
La TIB a veces puede relacionarse directamente con el problema que presenta el cliente, como cuando la ansiedad social se manifiesta en un comportamiento ansioso y evitativo hacia el terapeuta. Otras veces, puede implicar comportamientos no relacionados con el enfoque del tratamiento, como el coqueteo o la autorrevelación excesiva. Independientemente de la manifestación, cualquier conducta que inhiba el progreso terapéutico puede considerarse TIB.
Los médicos deben reconocer y abordar estos comportamientos con compasión y curiosidad, utilizando herramientas y estrategias para manejarlos de manera efectiva y, al mismo tiempo, mantener un entorno terapéutico de apoyo.
¿Cuáles son algunos tipos comunes de conductas que interfieren con la terapia?
Según Chapman y Rosenthal (2016), la TIB abarca un espectro de acciones que pueden impedir la eficacia de la terapia. Profundicemos en algunos de estos comportamientos y exploremos su impacto en el proceso terapéutico:
Autojuicio crónico
Los clientes que se dedican constantemente a la autocrítica o al diálogo interno negativo durante las sesiones pueden obstaculizar el progreso. Este comportamiento puede impedir el desarrollo de la autocompasión y dificultar la exploración de los problemas subyacentes. Los terapeutas deben redirigir suavemente a los clientes hacia técnicas de autorreflexión y autocompasión más constructivas, fomentando un entorno terapéutico sin prejuicios.
Rumiación desesperada
Los clientes con ansiedad generalizada pueden participar en cavilaciones repetitivas y desesperadas, obsesionándose con pensamientos y escenarios negativos. Este comportamiento puede impedir que realicen un trabajo terapéutico productivo y que encuentren alivio para sus síntomas. Los terapeutas pueden emplear técnicas cognitivo-conductuales para desafiar los pensamientos irracionales y promover las habilidades de resolución de problemas, lo que permite a los clientes liberarse del ciclo de la cavilación.
Tardanza y desorganización
Los clientes que tienen dificultades con la gestión del tiempo o las habilidades organizativas con frecuencia pueden llegar tarde a las sesiones o tener dificultades para organizar sus pensamientos durante la terapia. Este comportamiento puede interrumpir el proceso terapéutico y limitar el tiempo disponible para un trabajo significativo. Los terapeutas pueden trabajar en colaboración con los clientes para desarrollar estrategias que mejoren la gestión y la organización del tiempo, como establecer recordatorios o crear horarios, a fin de mejorar la eficacia de las sesiones.
Inhibición emocional
Algunos clientes pueden tener dificultades para expresar sus emociones abiertamente durante la terapia, ya sea por miedo al juicio o por condicionamientos pasados. Este comportamiento puede obstaculizar el progreso al impedir la exploración de sentimientos y experiencias profundamente arraigados. Los terapeutas pueden crear un entorno seguro y de apoyo, alentando a los clientes a explorar y expresar gradualmente sus emociones a su propio ritmo y facilitando el procesamiento emocional y la curación.
Prevención de conflictos
Los clientes que evitan abordar conflictos o temas incómodos durante la terapia pueden obstaculizar el progreso al evitar el trabajo terapéutico esencial. Este comportamiento puede impedir la resolución de los problemas subyacentes e inhibir el crecimiento personal. Los terapeutas pueden alentar amablemente a los clientes a explorar y abordar los conflictos, brindándoles apoyo y orientación mientras atraviesan conversaciones difíciles y fomentando las habilidades de comunicación constructiva y resolución de conflictos.
¿Cómo afectan las conductas que interfieren con la terapia al tratamiento?
Hogan y col. (2019) discuten cómo la TIB puede afectar el tratamiento, particularmente en las sesiones de terapia administradas de forma remota. Estos comportamientos, que interrumpen la relación terapéutica, varían en su intención y pueden ser manifiestas o encubiertas. Algunos ejemplos son el incumplimiento de los deberes, la falta de sesiones y el cambio frecuente de enfoque de la terapia. Estas conductas dificultan la participación efectiva en el tratamiento y pueden reflejar una actitud de evitación o desacuerdo con el enfoque de tratamiento.
Como se cita en su ejemplo, la TIB puede afectar significativamente la eficacia del tratamiento de varias maneras:
- Interrupción de la alianza terapéutica: Las conductas que interfieren en la terapia pueden tensar la relación terapéutica entre el cliente y el terapeuta. Por ejemplo, las interrupciones frecuentes o la falta de sesiones pueden erosionar la confianza y el compromiso, lo que dificulta la colaboración para alcanzar los objetivos del tratamiento.
- Deterioro del progreso del tratamiento: Comportamientos como el incumplimiento de los deberes o el cambio frecuente de tema pueden interrumpir la continuidad de la terapia e impedir el progreso hacia los objetivos terapéuticos. Cuando los clientes no se dedican a las tareas asignadas o cambian constantemente el enfoque del tratamiento, resulta difícil para los terapeutas abordar los problemas subyacentes de manera eficaz.
- Preocupaciones éticas y de seguridad comprometidas: Algunas conductas que interfieren con la terapia, en particular las que implican riesgos de seguridad, pueden tener graves consecuencias para el cliente y el terapeuta. Por ejemplo, responder a llamadas relacionadas con el trabajo mientras se conduce o se maneja maquinaria pesada durante las sesiones, como se describe en la viñeta del caso, plantea importantes riesgos de seguridad y plantea problemas éticos. Tales comportamientos pueden comprometer la seguridad física del cliente y de otras personas, la integridad profesional del terapeuta y la responsabilidad legal.
- Reducción de la eficacia terapéutica: En última instancia, las conductas que interfieren en la terapia pueden disminuir la eficacia general del tratamiento e impedir el logro de los resultados terapéuticos. Cuando los clientes adoptan conductas que socavan el proceso terapéutico, como evitar las sesiones o retener información, resulta difícil para los terapeutas abordar sus necesidades de manera adecuada y facilitar un cambio significativo.
¿Cómo puede saber si las sesiones de terapia no funcionan?
Reconocer cuándo las sesiones no producen los resultados deseados es crucial para los clientes y los terapeutas. En primer lugar, la falta de progreso hacia los objetivos del tratamiento a pesar de la asistencia constante y la participación activa puede indicar que las sesiones no son prácticas. Esto podría manifestarse como síntomas o comportamientos persistentes asociados con la afección del cliente, como ansiedad o depresión continuas, a pesar de las intervenciones terapéuticas en curso.
En segundo lugar, si las conductas que interfieren con la terapia persisten o empeoran con el tiempo, podría indicar que el proceso terapéutico no funciona de manera óptima. Estas conductas, como faltar constantemente a las sesiones, evitar temas o mostrar resistencia a las técnicas terapéuticas, dificultan la capacidad del cliente para participar plenamente en la terapia e interrumpen la alianza terapéutica.
Además, las interrupciones en la comunicación entre el cliente y el terapeuta pueden indicar sesiones ineficaces. Esto podría implicar dificultades para expresar pensamientos y emociones, malentendidos sobre los enfoques de tratamiento o sentirse ignorado o invalidado por el terapeuta. La comunicación convincente es vital para fomentar un entorno terapéutico de apoyo y colaboración.
Además, si el cliente expresa su insatisfacción con el proceso de terapia o expresa su deseo de dejar la terapia por completo, es esencial explorar las razones detrás de estos sentimientos. Los clientes pueden sentirse desanimados por la falta de progreso, desilusionados con las conductas que interfieren con la terapia o desconectados de su terapeuta. Abordar estas preocupaciones con prontitud puede ayudar a salvar la relación terapéutica y ajustar el enfoque de tratamiento en consecuencia.
Uso de la terapia conductual dialéctica (DBT) para abordar el comportamiento que interfiere con la terapia
En el libro «Por qué las personas se interponen en su propio camino», Chapman y Rosenthal (2016) detallan la aplicación de la terapia conductual dialéctica (DBT) para abordar el comportamiento que interfiere con la terapia. Los terapeutas de la DBT tienen estrategias y marcos específicos diseñados para gestionar dichos comportamientos de manera eficaz. Estas estrategias incluyen reconocer y anticipar los comportamientos que interfieren con la terapia del cliente, establecer límites claros y emplear los principios de la terapia conductual conductual para abordar los problemas subyacentes que contribuyen a estos comportamientos.
A través de un enfoque integral que combina la atención plena, la eficacia interpersonal, la regulación de las emociones y las habilidades de tolerancia a la angustia, la DBT ayuda a los clientes a desarrollar mecanismos alternativos de afrontamiento y a mejorar su participación en la terapia. Esta aplicación específica de los principios de la terapia conductual permite a los terapeutas gestionar y abordar con habilidad las conductas que interfieren con la terapia, fomentando un entorno terapéutico propicio para el crecimiento y el progreso de los clientes.
La DBT ofrece un enfoque multifacético para abordar las conductas que interfieren con la terapia (TIB). En primer lugar, la DBT proporciona a los terapeutas un marco sólido para identificar y comprender las causas subyacentes de la TIB, ya sea que se deriven de la desregulación emocional, de conductas potencialmente mortales, de conflictos interpersonales o de mecanismos de afrontamiento desadaptativos. Al centrarse en áreas fundamentales como la atención plena, la eficacia interpersonal, la regulación de las emociones y la tolerancia a la angustia, la DBT proporciona a los clientes habilidades prácticas para gestionar y afrontar situaciones difíciles de manera más eficaz.
Además, la DBT hace hincapié en establecer límites y expectativas claros dentro de la relación terapéutica. Los terapeutas están capacitados para comunicar estos límites de manera asertiva y, al mismo tiempo, fomentar un entorno de apoyo y validación para que los clientes se expresen. Esto ayuda a minimizar los casos de tib, como las interrupciones de la sesión, el incumplimiento de las tareas o la evitación de temas difíciles.
La DBT también mejora la autoconciencia de los clientes y la comprensión de sus pensamientos, emociones y comportamientos. A través de técnicas como las tarjetas de diario, el análisis de la cadena conductual y las estrategias de validación, los clientes aprenden a reconocer los patrones de la TIB y a explorar respuestas alternativas. Al aumentar el conocimiento y la aceptación de sus experiencias, los clientes están mejor preparados para tomar decisiones informadas y participar activamente en el proceso terapéutico.
Garantizar una comunicación eficaz con el paciente como terapeuta
La comunicación eficaz con los pacientes es esencial para que los terapeutas gestionen las sesiones con éxito y aborden la TIB. En la DBT, los terapeutas están capacitados para mantener canales de comunicación abiertos y transparentes con sus clientes, fomentando un entorno terapéutico de apoyo.
Un ejemplo de un modelo de comunicación eficaz es la escucha activa, en la que los terapeutas interactúan atentamente con los pacientes para comprender sus pensamientos, sentimientos y experiencias. Al escuchar activamente, los terapeutas pueden demostrar empatía y validación, componentes centrales de la DBT y sesiones efectivas.
Además, los terapeutas deben fomentar el diálogo abierto y la colaboración, invitando a los pacientes a expresar sus preocupaciones, preferencias y objetivos para la terapia. Este enfoque colaborativo permite a los pacientes participar activamente en su proceso de tratamiento y mejora el compromiso terapéutico.
Además, los terapeutas deben modelar una comunicación eficaz proporcionando explicaciones, comentarios y orientación claros a lo largo de las sesiones. Los terapeutas pueden dar un ejemplo positivo a los pacientes al modelar las habilidades de comunicación efectivas y facilitar las interacciones constructivas.
Además, los terapeutas deben estar atentos a los signos de conductas que interfieren con la terapia, como la falta de sesiones o la evitación, y abordar estos problemas con prontitud mediante una comunicación asertiva pero compasiva. Al abordar de manera proactiva las conductas que interfieren con el tratamiento, los terapeutas pueden prevenir posibles interrupciones en el proceso terapéutico y promover resultados positivos del tratamiento.
Beneficios de abordar las conductas que interfieren durante el tratamiento
Abordar las conductas que interfieren durante el tratamiento produce varios beneficios para el terapeuta y el paciente. Hemos enumerado los beneficios que puede aportar al tratar la TIB:
- Promueve una terapia eficaz: Abordar las conductas que interfieren garantiza que las sesiones de terapia sigan siendo productivas y se centren en abordar las necesidades del paciente, lo que facilita el progreso y el crecimiento.
- Refuerza la alianza terapéutica: Al abordar estos comportamientos con sensibilidad y comprensión, los terapeutas demuestran su compromiso con el bienestar del paciente, fomentando la confianza y la compenetración en la relación terapéutica.
- Reduce las tasas de abandono escolar: Abordar de manera proactiva las conductas que interfieren disminuye la probabilidad de que los pacientes abandonen el tratamiento de forma prematura, lo que garantiza que reciben todos los beneficios del tratamiento y reduce el riesgo de recaída.
- Desarrolla mecanismos de afrontamiento saludables: Los terapeutas ayudan a los pacientes a desarrollar mecanismos de afrontamiento y estrategias de adaptación más saludables para gestionar los desafíos de manera eficaz al abordar las conductas desadaptativas.
- Permite a los pacientes: Abordar las conductas que interfieren permite a los pacientes desempeñar un papel activo en su tratamiento, lo que promueve un sentido de agencia y propiedad durante su proceso de recuperación. Este empoderamiento puede conducir a una mayor motivación y participación en la terapia.
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Referencias
Chapman, A. L. y Rosenthal, M.Z. (2016). Por qué las personas se interponen en su propio camino. Libros electrónicos de la Asociación Estadounidense de Psicología, 3—17. https://doi.org/10.1037/14752-001
Hogan, J., Boykin, D., Schneck, C. D., Ecker, A. H., Fletcher, T. L., Lindsay, J. A. y Shore, J. H. (2019). Lecciones clínicas de visitas a domicilio virtuales en salud mental: el médico está en la casa. Las clínicas psiquiátricas de América del Norte, 42(4), 575—586. https://doi.org/10.1016/j.psc.2019.08.004